"""La Armada Invencible"""



Decía Napoleón que la historia es una mentira consensuada.

 En el caso de los conflictos armados resulta más complicado crear un consenso ya que hay dos partes y no se van a poner de acuerdo, cada uno tratará de resaltar lo más importante para su bando y a la vez minimizar o eliminar lo que no le interese. Basta con leer las distintas versiones de una misma guerra que aparecen en internet. Es una experiencia muy entretenida a la par que enriquecedora, en ocasiones parece que están hablando de hechos que no tienen nada que ver. Es lo que tiene contemplar el mismo conflicto desde lados diferentes. La objetividad y la asepsia histórica son virtudes difíciles de encontrar.

 Que un monarca quiera hacer desaparecer una derrota puede ser hasta recomendable. Isabel I de Inglaterra prohibió dar a conocer el desastre que significó para su país enfrentarse a la Gran Armada española en 1588. Su reino quedó al borde de la bancarrota y tubo más muertos que la propia armada de Felipe II, entre otras cosas debido a que se mantuvo a la marinería acuartelada, lo que supuso la propagación de una peste que se llevó por delante unas 9000 vidas.

 Se hizo mucho hincapié en que se había conseguido una gran victoria en Gravelinas. La flota española no perdió ni un solo barco en esa batalla. Después de los combates en que poco menos de una docena de navíos españoles combatieron con más de un centenar de barcos ingleses, estos no llegaron a capturar ninguno. Después de la refriega hubo tres barcos que dado su mal estado se retiraron a puerto para su reparación. Esos fueron los que pudieron conseguir la flota anglo-holandesa.

La historia dice que por ninguna pérdida inglesa. Se olvidan de los ocho brulotes que utilizaron y que debido a las prisas tuvieron que usar barcos en buen estado porque los que tenían previstos estaban en las islas y temían que no llegaran a tiempo.

Luego, el viento constante del sur hizo que Medina Sidonia tomara la decisión de continuar rumbo norte y circunvalar las islas británicas. Howard, almirante de la flota inglesa le comunicó a su soberana que sus barcos no estaban en condiciones de seguir a la Gran Armada.

Ante el miedo a un desembarco español se mantuvo a la flota inglesa en puerto, lo que propició la propagación de una epidemia de tifus y disentería que ya se ha mencionado.

Pero…. para evitar que se supiera el estado de debilidad en que se encontraba su país, la reina prohibió que se difundieran noticias al respecto.

 A la historia ha pasado la gran derrota de la Armada española, que para rechifla fue calificada por Burghley, un asesor de la reina, como la “Armada Invencible”. Y con ese nombre ha llegado hasta nuestros días, como sinónimo de la debacle española ente la fiera determinación británica que nos dío una buena patada en el culo (frase tomada de un reciente documental inglés sobre estos hechos, transmitido en la 2, cadena pública estatal española).

 Queda en el ideario público que se perdió la Armada y España no volvió a recuperarse, dejando el dominio de los mares a una pujante Royal Navi que conduciría a Inglaterra hacia su imperio.

 En realidad no naufragó un solo barco de guerra. Los que se perdieron fueron barcos de transporte mediterráneos y bálticos.

 Felipe II ordenó que se prestara auxilio y se remunerara a los integrantes de la expedición que retornaron. Por su parte la soberana británica haciendo gala de su proverbial tacañería se olvidó de sus hombres.

 Hasta aquí la empresa de la Gran Armada, que fue un episodio de una guerra, que…. Continuó con la contraarmada inglesa.

 De esa apenas se cuenta nada. Inglaterra pensó, y con razón, que se abría una ventana estupenda para darle, ahora sí, una buena patada a España en el culo. Los barcos de españoles, después de haber rodeado las islas británicas, necesitaban entrar en dique seco para su puesta a punto antes de volver al mar.

 En ese momento la flota de Felipe II no podría responder a un ataque.

Dado que las arcas reales inglesas estaban exhaustas, se convocó a modo de empresa privada una nueva expedición a cargo de armadores particulares, la paga sería el botín conseguido con el saqueo.  Se puso al mando de la flota  a un pirata, Drake, y del ejercito al más reputado general inglés del momento, Sir John Norreys. 180 barcos partieron del Plymouth, con 27.667 hombres, la Gran Armada había llevado 137 barcos y 25.696 hombres.

Con los ingleses iba el pretendiente al trono de Portugal ,  el Prior de Crato, Don Antonio que se comprometió a pagar 5 millones de ducados si llegaba al trono, más un impuesto anual de 300.000 ducados y el apoyo de Inglaterra para que estableciera en las islas del atlántico una base para interceptar las rutas de la carrera de indias, aparte de hacer el saco de Lisboa. Una buena oferta que los ingleses apreciaron en lo que valía. A D. Antonio no le importaba dejar a Portugal como una colonia inglesa con tal de verse libre de los españoles.

 Él pensaba que a su reclamo, el pueblo de Portugal se les uniría y un ejército de voluntarios se alzaría en armas hombro con hombro junto a ellos.

Pero la cosa empezó mal. La noticia de que acababa de arribar un gran tesoro en La Coruña hizo que el almirante pirata  convenciese a los armadores de que olvidasen el objetivo de  destruir los barcos que se carenaban en Santander y fuesen directamente a la ciudad gallega. No le costó mucho que desobedeciesen las órdenes de la reina.

 En la Coruña  encontraron dos cosas. Vino a espuertas en los almacenes del puerto, que fue consumido con ese furor que solo los británicos saben poner en liza, y una resistencia ferrea que se vio favorecida por la cogorza anglosajona. Y a pesar de la diferencia de 10 a uno entre atacantes y defensores, la expedición anglosajona tuvo que poner rumbo a Lisboa decepcionados y con  1500 bajas menguando sus fuerzas.

Desembarcaron 70 km al norte de Lisboa al ejército  y comenzaron lo que preveían una marcha de reencuentro del pueblo lusitano con su líder natural, el Prior de Crato. Pero por 300 voluntarios que se les unieron, tuvieron que padecer el rechazo y acoso de partidas que no les dieron cuartel.

Llegaron a Lisboa y nuevamente el pretendiente D. Antonio se vio ignorado y el contingente de tierra no sólo no pudo entrar en la ciudad, defendida por 5000 efectivos, sino que la flota de Drake no hizo acto de presencia. Los sitiados realizan varias salidas que causan centenares de bajas a los ingleses, arrasando a sus regimientos de élite y Norreys tiene que volver sobre sus pasos mientras eran perseguidos por las galeras hispanas. Drake ni siquiera llego a aparecer frente a Lisboa.

 Reembarcados los de tierra, la flota incursora es perseguida y acosada por la flota de galeras de Martín de Padilla, que en cabo Espichel les hundió siete barcos y dañó muchos más. Drake ordena partir  a toda prisay la armada británica se desbanda.

 A la vuelta para las islas británicas hicieron parada en Vigo que fue saqueada, pero la reacción de las tropas de tierra españolas terminó con 200 ingleses colgados a la vista de sus barcos.

Para colmo de males se desató una epidemia de peste entre las tripulaciones que hizo que se les prohibiera la entrada en Londres. Cada cual que se busque la vida como pueda y llegaron a los puertos ingleses desperdigados y con cuantagotas.

 De los 180 barcos regresaron 102. Habían muerto o desaparecido 23.945 hombres. La mayor derrota naval de la historia de Inglaterra.

Pero… Norreys continuando la política de no revelar las debilidades por si acaso, le aconsejó a la reina dejar correr la cosa y no comentarlo no sea que se enteren por ahí de que no estamos muy allá.

En 1604 se firmó el tratado de Londres que ponía fin a la guerra hispano-inglesa.

Sus clausulas serían prácticamente los objetivos que pretendía alcanzar Felipe II al mandar a la Gran Armada. Le faltó lo de poner a un monarca católico en el trono anglosajón.

 Puede argumentarse que lo de ocultar las debilidades es una política correcta de cara a no dar información al enemigo. Si luego de paso se escribe la historia y no se recuerdan los hechos que se esconden…. Tampoco hay que poner el grito en el cielo, la historia no es una ciencia exacta. Y si además en España nos quedamos con la versión inglesa, mira, más tontos somos nosotros, es nuestro problema.  La ocurrencia de Burghley con toda su mala baba quedó como el nombre oficial que se enseña en las ecuelas, tanto inglesas como españolas.

 Pero hay otro momento de la historia que se olvida sistemáticamente y en el que el rey de Inglaterra volvió a prohibir que se publicaran noticias de una derrota militar nuevamente contra España y esta vez por motivos totalmente diferentes.

 En esta ocasión fue Jorge II de Inglaterra el censor que quiso cambiar la historia.

 Se trataba de ocultar la derrota sufrida por la real marina británica, que envió una flota de 186 barcos y 27.000 hombres y 2620 piezas de artilleria en 1741 para tomar Cartagena de indias, defendida en esos días por 3.000 soldados, 600 arqueros indios y seis navios.

 En este caso Edward Vernon, comandante en jefe de las tropas británicas, cometió un tremendo error. Dio por sentada la victoria sobre los españoles cuando desembarcó a sus tropas. La noticia llegó a Londrés, donde el rey declaró seis días de festejos nacionales para celebrarlo.

Desgraciadamente para Vernon, Blas de Lezo liderando la defensa de Cartagena le infligió tal derrota que incluso tuvieron que hundir naves porque no tenían gente suficiente para gobernarlas.

 El regreso a Londres se retrasó unos meses pero finalmente cuando tuvo que admitir que la celebrada victoria no se había producido, causo tanta vergüenza al monarca anglosajón que prohibió que los historiadores hicieran ningún escrito.

Como burla para los españoles se habían acuñado monedas en las que se veía a Blas de Lezo rindiendo la plaza hincando la rodilla ante Vernón. Al almirante español le habría gustado verlas, ya que aunque era tuerto, mando y cojo, le ponían en perfecto estado.

Cuando partió la flota inglesa, hundiendo cinco barcos por falta de marinería, como ya se ha comentado, y con otros 16 muy tocados, Vernón le envió una carta a Blas de Lezo diciéndole que volverían, a lo que este le contestó que sería con otra flota porque aquella no le valdría al rey inglés ni para llevar carbón de Irlanda a Inglaterra.

Volviendo al tema de de lo que queda en la historia. Los ingleses callaron la derrota, la mayoría de los españoles desconocen este suceso.

 Se puede hacer un experimento muy sencillo para comprobar esto.

Preguntando a una muestra de españoles aleatoria se les puede decir que si les suena Blas de Lezo. A continuación se les pregunta por el monte Vernon.  Este está cercano a la casa del que fuera el comandante de las tropas de colonos norteamericanos, unos 4000  hombres, que comandados por Lawrence Washington participaron en la batalla y que bautizó con el nombre de su almirante al monte que posteriormente estaría próximo a la mansión del presidente de los EEUU Jorge Washington.

 Es sorprendente comprobar como a un españolito de a pié le suena un detalle como la toponimia de la casa de un presidente de un país que le pilla a tomar por saco, pero desconoce quién fue el almirante español que lideró una de las mayores gestas militares de nuestro país.

 Por supuesto la inmensa mayoría de los británicos desconocen estos hechos.

Así se escribe la historia.


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